Una de las verdades más preciosas que revela la Biblia, no es solamente el hecho de Dios nos haya creado, sino el "cómo nos creó". No solamente lo hizo con sus propias manos y nos dio vida con Su propio aliento, a diferencia del resto de la creación que fue creada solamente con Su voz, sino que además el hecho de que nos hizo semejantes a Él.
En esto entendemos no sólo el amor de Dios, sino que también su "Paternidad". Al igual que los padres se gozan al ver que sus hijos se les parecen, Dios se gozó de crearnos parecidos a Él.
También entendemos que hay un diseño. Somos seres creados, según un propósito divino y eterno. Por lo tanto, mientras vivamos, tenemos por delante la fascinante tarea de descubrir ese diseño en nosotros, porque allí radica la fuente de nuestra verdadera felicidad.
Una de las primeras cosas que saltan a la vista, es que dice: "Varón y hembra los creó". Es decir, existe un diseño perfecto de lo que Dios entiende como "ser un hombre" y un concepto perfecto de lo que Dios entiende como "ser una mujer". ¡Y evidentemente nuestra idea hoy en día está muy lejos de ese diseño original!
